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Mi vida

Ramón del Valle-Inclán Peña (1866 - 1936).

Fui dramaturgo, novelista, poeta y periodista.

Nací en Vilanova de Arousa (Pontevedra) en el seno de una familia acomodada.

Mi padre, Ramón del Valle-Inclán Bermúdez (1823 - 1890), fue heredero de una gran fortuna, tenía reputación como poeta y afición por las investigaciones históricas.

Es falso lo que se dice de que se inventó mi apellido. El Registro Civil se creó en España con una ley provisional en 1870 y se introdujo en el código civil en 1899. Aun así, en el ámbito rural, las cuestiones relativas a mi nacimiento se registraban en los libros parroquiales. Desde el primero en llevar este apellido, Francisco del Valle-Inclán (1736 - 1804), podemos ver las variantes en el uso, tanto en él como en sus descendientes: "del Valle-Inclán", "del Valle", "Inclán del Valle"... Esto se debe a que los apellidos se empleaban con gran libertad, fundamentalmente por cuestiones de herencia. La forma "del Valle-Inclán" fue la que su padre y hermanos emplearon de manera sistemática.

Como estudiante de Leyes en Santiago de Compostela, carrera que no me interesó y no terminé, comencé a colaborar en publicaciones locales desde 1888. Cuatro años después viajé a México donde trabajé como periodista. Una experiencia fundamental en mi formación como escritor pues conocí un movimiento literario que me marcó profundamente: el modernismo.

 

En mayo de 1893 regresé a Galicia donde finalicé mi primer libro, titulado Femeninas (1895).

Con mi libro recién editado y un puesto en la Dirección General de Instrucción Pública, con sueldo de dos mil pesetas anuales, me instalé en Madrid. Mi puesto de trabajo era un "momio" (me cobraban el salario sin necesidad de ir a trabajar), lo que me permitió vivir holgadamente y dedicarme a la literatura, aunque apenas me tomé la molestia de publicar mi obra.

 

El 24 de julio de 1899 se produjo el incidente más espectacular de mi  vida; en una discusión con el periodista Manuel Bueno en el café “La Montaña”, recibí un golpe en el brazo izquierdo. La herida, en apariencia insignificante, era una fractura complicada que por no ser tratada adecuadamente, me provocó una grave infección y finalmente la amputación del brazo el 10 de Agosto del mismo año.

Ahora vinieron años duros; había perdido mi "momio", mi incipiente carrera como actor teatral era ya imposible y tuve que dedicarme a la escritura como medio de vida.

Fui, como muchos otros, mi propio editor en mis primeros libros, pero lo que me distinguió fue que, con muy escasas excepciones, continué con esa manera de trabajar toda mi vida: compraba el papel, solicitaba dibujos para decorar sus ediciones, contrataba la imprenta, y finalmente vendía la edición a diversos libreros.

 

Esto me permitió una mayor libertad en el diseño de mis libros y también mayores ganancias, pero a la larga perjudicó a mi obra, pues al carecer de una editorial que promocionase mis libros apenas existieron traducciones de mis ediciones durante mi vida.

En 1910, como director artístico de la Compañía teatral de García Ortega -en la que trabaja mi mujer- regresé a América visitando varios países. Josefina era ya actriz de fama; yo era apreciado por mis conferencias. Sin duda, regresamos a España con un buen capital y comenzamos a pensar en establecernos en Galicia.    

Y además de mi actividad literaria, la política.

Fui carlista, o sea, la extrema derecha por decirlo llanamente. Aunque mi nombre se barajó en las listas para las elecciones en 1910 y 1914 nunca llegué a presentarme como candidato, pero mi posición política no tiene duda, desde la obra literaria Voces de gesta (1912) a la vida privada,  pues en mi casa tenía fotografías de los pretendientes carlistas, don Carlos María de Borbón y su hijo, Don Jaime de Borbón, esta última dedicada.

 

Y finalmente, Galicia. A finales de 1912 decidimos trasladarnos a Cambados (Pontevedra) y posteriormente, debido al fallecimiento de mi primer hijo varón, a La Merced, en Pobra do Caramiñal (Coruña), donde nacieron la mayoría de mis hijos.

Fue mi época más fecunda con títulos como Luces de bohemia (1924) o Tirano Banderas (1926).

Es en estos años cuando realicé mi viaje al frente francés en la I GUERRA MUNDIAL  (1916) y de nuevo a México (1921), amén de dar conferencias en diversos puntos de la geografía española.

 

Mi familia regresó a Madrid en 1926. Fui un autor reconocido y sobre el que circulaba un amplio anecdotario que logró oscurecer mi vida real. Además fui un innovador teatral con proyectos como El mirlo blanco o El cántaro roto, sin embargo apenas vi en los escenarios el estreno de mis obras.

 

Tras la separación de mi esposa y la quiebra de la compañía CIAP, me encontré en una terrible situación económica. Mis amigos en cargos políticos de la república me consiguieron dos nombramientos, el último de ellos como Director de la Academia de España de Bellas Artes en Roma.

 

Desencantado con esta labor, enfermo y cansado, regresé a Santiago de Compostela para tratarme de un cáncer en el sanatorio de mi amigo Manolo Villar, donde fallecí el 6 de enero de 1936.

 

Mi obra

Teatro

En relación al teatro y a las artes escénicas fui actor, adaptador, traductor, escenógrafo, director teatral, productor teatral y sobre todo, dramaturgo. Escribí numerosas obras de teatro y desde mis comienzos literarios mostré una atracción por el mundo del escenario. Mi teatro suele dividirse en cinco períodos:

1.Ciclo modernista. A él pertenecen obras como El marqués de Bradomín (1906) y El yermo de las almas (1908).

2.Ciclo mítico. Partiendo de mi Galicia natal, creo un mundo mítico e intemporal. La irracionalidad, la violencia, la lujuria, la avaricia y la muerte rigen los destinos de los protagonistas. Pertenecen a este período la trilogía Comedias bárbaras y Divinas palabras (1920).

3.Ciclo de la farsa. Se trata de un grupo de comedias recogidas en un volumen titulado Tablado de marionetas para educación de príncipes (1909, 1912, 1920). Estas obras presentan un continuo contraste entre lo sentimental y lo grotesco, y sus personajes, marionetas de feria, anuncian la llegada del esperpento.

4.Ciclo esperpéntico. Está formado por Luces de bohemia (1920 y 1924) y el volumen titulado Martes de Carnaval (1930). El esperpento, más que un género literario, es una nueva forma de ver el mundo, ya que deforma y distorsiona la realidad para presentarnos la imagen real que se oculta tras ella. Para ello utilicé la parodia, humanicé los objetos y los animales y animalicé o cosifiqué a los humanos. Presentados de ese modo, los personajes carecen de humanidad y se presentan como marionetas.

5.Ciclo final. En esta última etapa llevé a su extremo las propuestas dramáticas anteriores: presencia de lo irracional e instintivo, personajes deshumanizados, esquematizados y guiñolescos, y la técnica distorsionante del esperpento. Estas obras quedan recogidas en: Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte. Por tanto, el esperpento es una visión deformada de la realidad. Los personajes, vistos a través de un espejo cóncavo, aparecen ridículos, como marionetas, seres absurdos y deshumanizados

 

Yo, al igual que Miguel de Unamuno y Azorín, me enfrenté directamente al teatro comercial vigente. Nosotros tres mostramos una clara oposición al teatro realista, costumbrista y de corte burgués que tanto éxito tenía en los escenarios, cuyos máximos exponentes en ese momento eran Jacinto Benavente y los hermanos Álvarez Quintero, como antes lo había sido José de Echegaray, si bien cada uno de nosotros ensayamos una técnica particular.

 

 

En Buenos Aires, 1910

Josefina Blanco Tejerina, mi esposa

Yo de joven

Yo manco

Mi cabeza , 1938. Castelao. Museo de Pontevedra.

Con mis hijos Ramón, Mariquiña, Jaime y Mª Antonia, Madrid,1929

Féminas, 1895

Luces de Bohermia 1920

Sonata de invierno, 1905

LUCES DE BOHEMIA

GARROTE VIL

LUCES DE BOHEMIA

 

ESCENA DOCE

 

MAX.- ¡Don Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!

DON LATINO.- Una tragedia, MAX.

MAX.- La tragedia nuestra no es tragedia.

DON LATINO.- ¡Pues algo será!

MAX.- El Esperpento.

DON LATINO.- No tuerzas la boca, Max .

MAX.- ¡Me estoy helando!

DON LATINO.- Levántate. Vamos a caminar.

MAX.- No puedo.

DON LATINO.- Deja esa farsa. Vamos a caminar.

MAX.- Échame el aliento. ¿Adónde te has ido, Latino?

DON LATINO.- Estoy a tu lado.

MAX.- Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del pesebre. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey Apís. Le torearemos.

DON LATINO.- Me estás asustando. Debías dejar esa broma.

MAX.- Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.

DON LATINO.- ¡Estás completamente curda!

MAX.- Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

DON LATINO.- ¡Miau! ¡Te estás contagiando!

MAX.- España es una deformación grotesca de la civilización europea.

DON LATINO.- ¡Pudiera! Yo me inhibo.

MAX.- Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.

DON LATINO.- Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del

Gato.

MAX.- Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.

DON LATINO.- ¿Y dónde está el espejo?

MAX.- En el fondo del vaso.

DON LATINO.- ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!

MAX.- Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.

 

UN PASEO POR LA POESÍA DE VALLE INCLÁN

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