GENERACÓN DEL 98
Mi vida
Nací el 28 de diciembre de 1872 en San Sebastián soy hijo de Serafín Baroja y Zornoza; ingeniero de minas, y de Carmen Nessi y Goñi. Estudié la carrera de Medicina en Madrid y Valencia, doctorándome en 1893 pero ejercí poco tiempo como médico. Me considero una persona pesimista y solitaria, y lo reflejo en la mayoría de mis obras.
Mi concepción filosófica sufre las influencias de Kant, Schopenhauer y Nietzsche. Arthur Shopenhauer me provocó un anticristianismo, rasgo de mi personalidad que se mantuvo intocable hasta su muerte. No fui partidario de ninguna tendencia política y crítica con el socialismo y el fascismo. Participé activamente en la vida política de Antonio Maura, y el ministro Juan de la Cierva, que fueron mis máximos valedores. Entre 1907 y 1919 fui cinco veces diputado y subsecretario de Instrucción Pública. Al inicio de la Guerra Civil merefugié en Francia junto a mi esposa, Julia Guinda Urzanqui. Fui uno de los escritores que a comienzos del siglo XX luché por el renacimiento de la literatura española. Yo mismo bautice a este grupo con el nombre de Generación del 98. En mis escritos trata de la eternidad y la continuidad, simbolizadas en las costumbres ancestrales de los campesinos.
Mi obra
Mi primera novela fue Vidas sombrías (1900), a la que siguió el mismo año La casa de Aizgorri. Novela que forma parte de la primera de mis trilogías, Tierra vasca, que también incluye El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909). Con Aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), inició la trilogía La vida fantástica, expresión de mi individualismo anarquista y su filosofía pesimista, integrada además por Camino de perfección (1902) y Paradox Rey (1906).Fui autor de ensayos como, El alma castellana (1900), Los pueblos (1904) y Castilla(1912), aunque se me reconoce sobre todo por mis novelas autobiográficas La Voluntad (1902), (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904).
Alcancé la fama fuera de España a través de la trilogía La lucha por la vida, descripción de los bajos fondos de Madrid, que forman La busca (1904), La mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). Viajé por España, Italia, Francia, Inglaterra, los Países Bajos y Suiza, y en 1911 publiqué El árbol de la ciencia, posiblemente mi novela más reconocida.Es una obra emblemática de nuestra época que refleja muchas de las inquietudes sociales, científicas y filosóficas de tal. La escribí poco después de que España perdiera sus últimas colonias y durante un periodo de grandes avances científicos. Entre las características noventayochistas caben destacar el pesimismo, la desilusión con España y la sociedad, dudas sobre la ciencia, atracción por los filósofos alemanes (Kant y Schopenhauer), digresiones que interrumpen la línea narrativa (en este caso la larga conversación filosófica de la cuarta parte), y la incertidumbre ante el futuro. Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en el conspirador Eugenio de Avinareta, uno de mis antepasados que vivió en el País Vasco en la época de las Guerras carlistas.
Concibo la novela como el género que puede incluir todos los otros géneros: la aventura, las reflexiones, el lirismo, la descripción, absolutamente todo.Escribo de manera espontánea, sin ningún plan rígido. He aquí una cita donde se refleja: “Me considero dentro de la literatura como un hombre sin normas a campo traviesa, a la buena de Dios.” Para mi, toda obra literaria es el resultado de la intuición, no del método. Deseo una libertad absoluta y odiaba todo tipo de restricción o de reglas de sociedad. Mis obras consisten en breves y múltiples impresiones. Según el autor la vida es superior a la literatura y por eso la escritura debe supeditarse a la vida y reflejarla con el estilo más claro y directo posible. De ahí que en mis novelas se muestre un amplio panorama social, con numerosos personajes, ambientes, reflexiones y anécdotas. Pero en conjunto, la realidad que recojo suele estar impregnada de pesimismo.
Entre 1944 y 1948 aparecieron mis Memorias, subtituladas Desde la última vuelta del camino.
En 1935 pasé a formar parte de la Real Academia Española, y emigré a Francia cuando estalló la Guerra Civil española, y regresé en 1940.
A la vuelta, me instale en Madrid, donde lleve una vida alejada de cualquier actividad pública, hasta mi fallecimiento el 30 de octubre de 1956.



